jueves, 28 de agosto de 2014

Más fuerte que la piel.

Te mereces palabras que arañen y que curen heridas al mismo tiempo. Que te duelan. Porque me has besado sin morderme la boca, sin rozar mis labios. Te mereces que te duelan por todas esas veces en las que tus susurros no me hacían cosquillas en el oído.

Que te desgarren como a mi el alma cuando golpeabas mis sentimientos con la misma fiereza con la que tocabas las cuerdas de tu guitarra cuando la canción estaba ya a punto de morir. Y sin tocarme, acertaste con la tecla que arrancaba el llanto más encogido que el de ese niño que nunca pudo ir a Disneyland. Ojalá que te queme, te arañe, te desgarre y te duelan todas mis letras porque, sin empujarme, siempre has sabido tirarme al vacío. Y qué desfachatez, todo eso sin ni siquiera tocarme. 

Pero también, ojalá que te curen heridas, como una buena copa de ese ron que tanto te gustaba, y que me contabas que te sanaba por dentro. Y a mi también, porque luego tu inconsciente, tranquilo, olvidando las heridas y todos los frentes que tenías abiertos, te habría llevado hasta el nido de mis brazos. Pero tú nunca acabaste entre ellos, quizás porque nunca dejaste que tu inconsciente descansase. 

Te mereces que mis palabras te curen porque me hiciste soñar sin moverme de mi habitación. Me hiciste soñar simplemente con clavar tus pupilas en mi retina. Porque me estremeciste sin querer, y queriendo me electrificaste sin la necesidad de la fricción y sin esas que llaman leyes de la física. 

Espero que te curen todas y cada una de tus heridas de guerras pasadas, porque una persona como tú no puede tener tantas batallas en el corazón y tan pocos besos dibujando en el mapa de tu espalda la constelación de tus lunares. Porque un corazón como el tuyo necesita más que balas y pólvora para vivir. Tú, que me hiciste reír hasta límites que se escapan de lo imaginable, te mereces que mis palabras te cicatricen todos los arañazos que nos hicimos al gritar, porque desde entonces mataría a cualquiera que intentase abrirte un solo rasguño más.

No necesitábamos el roce de los cuerpos cuando la conexión fue tan fuerte que nunca nos dejó dormir.

domingo, 1 de junio de 2014

Espejo del caos

El cuaderno de un escritor no es más que el puro reflejo de su mente enferma. Los tachones, las heridas del corazón, que no se reparan, no se corrigen, simplemente se pueden tapar un poco, pero el daño en el corazón y en el papel sigue visible.

Las líneas torcidas son todas y cada una de sus indecisiones ¿qué le queda a un escritor si no es salirse de la vía? Los asteriscos en vez de los punto y aparte. Volver a lo mismo con solo un recuerdo de aquello que olvidaste.

Empezar siempre con buen pie, con buena letra, despacito, y precipitarse, despeñarse entre palabras. Desorden-Arte. Olvidarte de lo correcto, olvidarte de que te entiendan.

Los cambios de colores de los bolígrafos, los cambios de pasiones de los corazones calientes, de las manos ardiendo por el roce de cualquier trozo de celulosa que rasgar. Las zonas más hundidas del papel, la cabezonería. 

La mente caótica de un escritor está para poner el folio patas arriba, como si se tratase del espejo donde se refleja su vida.

jueves, 30 de enero de 2014

Unos besos por debajo de tu ombligo.

A ver cómo te escribo sin asustarte que te quiero todos los días; en mi cama.
A ver cómo cojones lo hago para secuestrarte por tiempo indefinido. Atarte a mi habitación y tenerte como regalo de compensación todas las noches. Tocarte, besarte, acariciarte, arañarte.

A ver cómo te explico que te quiero mirar todas las mañanas a los ojos y tenerte como aliciente para empezar el día. Que me despiertes más que el café. Detenerme en tus pupilas dilatadas por mucho tiempo, y que ojalá nunca se contraigan al mirarme.

"Pasemos de besayunar,
túmbame en la mesa"
En vez de "buenos días princesa". 

A ver cómo coño te escribo, te digo y te explico que te quiero, que mi objetivo es coleccionar años contigo y que, bueno, el centro de mi universo está ahora y por mucho tiempo, a unos besos por debajo de tu ombligo. 

domingo, 12 de enero de 2014

Mírame, pero no me toques.

Estimada tú:

Mírame. Atenta. ¿Ves cómo piso el suelo por donde paso? La inseguridad ya no es lo mío, me da pena que siga siendo tu mayor problema. Pobre nena. 

¿Ves cómo escribo? No soy extraordinaria, pero bien que me has leído. Te animo a que sigas intentándolo, al menos no vas por muy mal camino, cuando escribas algo propio, claro está.

¿Ves cómo me apoyan? A lo mejor algún día tienes la mitad de suerte de la que he tenido yo en esta vida. Rodearme de quien me soporta, quien no me intenta cambiar, quien me acepta como soy, con mi falta de tiempo, con mis prontos, con mi forma de ser sin tener que fingir algo que no soy. ¿Acaso tú sabes qué es eso de que te quieran sin tener que fingir ser alguien que no está dentro de ti ni por asomo?

Fíjate bien. No me pierdas ni un segundo de vista. Sé que no soy admirable, pero también sé que te gusta ver cómo alcanzo mis metas para fijar las tuyas en el mismo punto donde yo las dejo.

Recuérdalo, triunfas es para las personas puras. Dime, ¿escribir? ¿rock? ¿leer? Nena, a joder a otra parte, y suerte. Espero que encuentres a alguien más a quien poder imitar, intentar pisotear y hundir. Conmigo ya no puedes. Yo puedo con mi vida, a ver si tú haces algo con la tuya, "querida". 

Con eso que se dice al final de las dedicatorias, 
con "amor". 

sábado, 4 de enero de 2014

Poética del autobús.

Tentar a la suerte,
aunque sea demente,
aunque no te encuentre. 

Vamos a cruzar el puente, 
que separa tu corazón del mío.

Quizás entre tanta gente
encuentre que ya no haya ninguna razón.
Habrá que salir indemnes 
de la brutal demolición.