TAXI 1980 ALB



Salí de mi casa corriendo. Llegaba tarde a una conferencia en el antiguo Hospital de las 5 llagas sobre yo no sé qué de salud.

Crucé rápidamente la calle con la esperanza de que apareciese un taxi pronto. Y tuve suerte. Se acercaba uno, matrícula 1980 A L B. Parecía un coche un tanto antiguo, con la pintura un poco desconchada, pero me dio igual. Alcé la mano y el taxista paró. Me senté en los asientos traseros. Le dirigí un escueto ‘Buenos días’ y él, mostrándose más seco aún dijo ‘Hola’ dando así por zanjada la conversación. Eso fue lo único que hablamos en todo el trayecto, a parte de la dirección y el precio. Cuando me lo dijo se lo pagué apresuradamente. Bajé del coche y me dirigí hacia la entrada a la carrera.

-          Qué raro- pensé -Parece como… vacío.

Me adentré por la entrada principal. Recorrí un largo pasillo repleto de puertas. No había nadie. ¿Me habría equivocado? Saqué la agenda y la miré. 26 de febrero a las 12 de la mañana. Y eran las 12 y diez. Es decir, que tenían que estar allí. Abrí la primera puerta que vi. Entonces todo sucedió muy rápido.
De repente sentí como si no estuviese en mi siglo. Como si hubiese retrocedido en el tiempo. Y bastante. De pronto me encontraba entre  una gran multitud que me arrastraba y que gritaban algo que no lograba entender. Algo de ‘libertad’. Huí de allí por miedo a terminar aplastado entre el gentío. Me metí por una callejuela y entré en un local aparentemente abandonado. Encontré a un hombre al final del local, maniatado. Me acerqué a él y le pregunté:

-          ¿Qué está pasando ahí fuera?

Quedó un poco asombrado al igual que yo al ver su forma de vestir. No es que yo estuviera a ‘la última’,  pero tampoco era un desinformado y sabía que de la manera que vestía estaba muy pasada de moda. Me respondió como si le costase trabajo cada palabra que decía.

-          Ah, jóvenes. ¿No sabes lo que pasa ahí fuera?

Lo dijo como si yo fuera el mayor ignorante del siglo.

-          Pues no…
-          Los andaluces luchan por sus derechos, gritan, los anhelan, pero no los escuchan.
-          ¿En qué año estamos? – Pregunté sorprendido.
-          ¿De dónde vienes muchacho? Cualquiera diría que andas perdido. – soltó una risa amarga.
-          Más de lo que usted imagina.
-          Estamos en 1936.

De pronto alguien irrumpió en el local. Dos guardias. Uno de ellos iba cargando un rifle.

 - Blas Infante, está condenado a muerte.

Me arrinconé junto con las sombras. Mientras, vi cómo lo levantaban y se lo llevaban sin miramiento alguno.

Algo en mi subconsciente me dijo que huyera. Que esa gente no se andaba con tonterías.
Esperé a que se fueran. Me acerqué despacio a una puerta, tan sigiloso como no lo había sido nunca, y la crucé. En un abrir y cerrar de ojos me encontraba de nuevo en el hospital. Pestañeé dos veces, aún asustado por lo que acababa de vivir.
Al lado de la puerta por la que acababa de llegar se encontraba otra idéntica. Me picó la curiosidad…y entré.
Esta vez me vi en una habitación muy oscura, simplemente en un rincón había una vela en una mesa, y sobre ella, un hombre escribiendo con una pluma y un tintero al lado.
Junto a la mesa había un calendario en el que alcancé a leer que seguía en el mismo año al que había ido antes. Busqué palabras para excusarme, pero cualquiera sería inútil. Nadie en el mundo se creería lo que me acababa de ocurrir, y menos un  hombre del siglo XX. Me acerqué a la mesa intentando no hacer ruido, pero el suelo crujía, de manera que el hombre se dio la vuelta y me miró sorprendido.

-          ¿Qué haces aquí? ¿Por dónde has entrado?
-          No sé qué hago aquí, y he llegado por la puerta. – señalé la puerta que había cruzado unos segundos antes, pero ya no se encontraba allí.

El hombre me miró igual que se mira a un loco, entre compasión y miedo.

-          ¿Quién es usted?
-          Luis  ¿Y usted?
-          Federico, Federico García Lorca

Intenté recordar de qué me sonaba ese nombre. Pero no me acordaba. Entonces se encendió una luz en un hueco de mi mente. Éste era el famoso escritor.

-          ¿Es usted escritor?
-          Sí, lo soy. Pero ahora quiero preguntarle yo algo. ¿Por qué está aquí?

Estaba elaborando una respuesta creíble cuando irrumpieron en la casa.
La mirada del escritor se dirigió rápidamente hacia la puerta del sótano y después hacia mí.

-          Escóndase detrás del escritorio. Si le ven conmigo puede acabar muy mal.

Hice lo que me dijo y me metí detrás. Estaba lleno de pelusas… y quién sabe qué bichos podía haber. Mientras pensaba en los bichos y demás animales, entraron en el sótano. Ésta vez eran otros dos guardias, pero a diferencia de la otra vez, ambos iban armados.

-          Federico García Lorca, queda usted arrestado. Acusado de ser un poeta, librepensador y un personaje susceptible de alterar el orden social.
Federico no hizo amago de resistirse, todo lo contrario. Tendió las manos, las cuales le esposaron, y acto seguido lo empujaron con el rifle. Esperé un rato hasta que estuve completamente seguro de que se habían marchado. Salí de mi escondrijo y me marché por la puerta, pero esta vez, en vez de ir a parar al hospital, me encontré en medio de una muchedumbre. La gente gritaba, pero esta vez era de alegría. Decían algo sobre Andalucía Libre. Y cantaban un himno al unísono. Le pregunté a una mujer que iba con una niña pequeña de la mano.

-          ¿Qué sucede?
-          Nos han concedido la autonomía. Por fin Andalucía es libre.
-          ¿En qué año estamos?
-          En 1980.

Esa fecha… me recordaba algo. Entonces me acordé. Era el taxi anticuado. Su matrícula era 1980 A L B. Y esas siglas… me sonaban mucho. De repente caí en la cuenta, Andalucía Libre.
El barullo me envolvía. La gente me empujaba cuando pasó lo inesperado…
Bip, bip, bip…
Era un sonido estridente y repetitivo. El despertador indicaba las 7 de la mañana.
Me desperté sobresaltado en la cama. Me restregué los ojos y miré a mí alrededor en busca de algún indicio que me dijese que no había sido un sueño. Pero estaba todo en orden, tal y como lo había dejado la noche anterior. Sobre mi mesa de estudio se encontraba el trabajo que estaba haciendo. Miré el título y le encontré mucho más sentido al sueño que había tenido. La noche anterior me acosté muy tarde terminando el trabajo que tenía que presentar sobre el día de Andalucía. Lo metí en una carpetilla y lo coloqué en la mochila. Acto seguido, abrí la parte inferior de la cama en busca de una cosa.
Revolví todo el interior hasta que la encontré. La desenvolví y me acerqué a la ventana.
El viento no soplaba muy fuerte, simplemente una pequeña brisa que indicaba que la primavera no andaba lejos.

Puse la bandera de Andalucía de manera visible en mi ventana.

El viento hacía que ésta ondeara libremente. 

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