¿Pero adónde vas cuando nadie en el mundo puede consolarte? ¿Cuando ningún lugar es lo suficientemente tranquilo como para calmar la tormenta de tu pecho? Sin rumbo. Te abandonas a tu suerte. Te encuentras en un barco sin timón, donde tu corazón son las propias olas que te mueven y te llevan hasta tu destino.Andar por andar. Sentir el instinto dentro de ti. Dejarte llevar. Entonces me di cuenta de que todos tenemos ese rincón especial, aunque muchas veces no lo sepamos. Acabamos ahí una y otra vez, escondidos de un mundo que nos asusta. Sólo sabemos que hemos llegado a ese lugar cuando nuestro interior deja de comportarse como una fiera. Cuando por fin las olas se convierten en calma tras haberte dejado en tierra firme, en tu puerto seguro. No lo sabías, pero ibas buscando ese lugar desde el principio, desde que te calzaste los zapatos y fuiste siguiendo tus propias pisadas, aún por andar.
Entonces, cuando llegas, lo sabes. Estás en casa, esa casa donde estás a salvo de lo más peligroso: de ti mismo.
Y tú, ¿tienes también tu refugio?
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